IMPOTENCIA
IMPOTENCIA
De pequeño me enseñaron que los hijos eran la prolongación de la
existencia, pero además, me dieron a entender que había una prolongación de la
familiaridad y el amor, y esa se encontraba en la amistad.
No existe cosa más aberrante que llegue a sentir algunas persona proactiva que el sentimiento de impotencia. Presenciar hechos y acontecimientos donde se evidencian las problemáticas más vivas de la sociedad y sentir el deseo inmenso de aportar a la solución pero no encontrar las herramientas ni mecanismos necesarios, es quizás, el momento más incomodo y decepcionante que nazca de un ser humano.
Días atrás, en una zona bien reconocida por los Pereiranos: Av. Circunvalar, escuché alguien que me llamaba. Con ropa sucia, cabizbajo, la autoestima compartiendo espacio con la suela de sus tenis, lloroso y hambriento se me acercó aquel joven amigo que, durante años en el colegio donde nos formamos y donde él me llevaba unos 5 años aproximadamente, vi con un futuro prometedor. Deportista de alto rendimiento, extrovertido y carismático son las cualidades que hoy reconozco en aquel que me hizo esa noche sentirme el hombre más impotente de Pereira. Ver como un hombre con sueños, gran capacidad y sobre todo humano, se rebaja a la drogadicción es triste; en una decaída absurda cae a habitar y deambular las calles de la ciudad a merced de enfermedades, inseguridad y el clima, que por esta época no es nada seco; como es posible que alguien joven y con futuro por delante, con familia y amistades por doquier, se vea humillado por los estupefacientes y los vicios mas ruines y sin sentido alguno de nuestra sociedad.
Me he involucrado en las obras sociales de corazón porque me niego a pensar que problemas como la drogadicción sean “Paisaje” en nuestro país, que se nos vuelva costumbre y que constituyamos un imaginario colectivo donde se premia y es cotidiano lo malo y corrupto, lo degenerado y bajo.
Me duele ver contemporáneos que pierden sus vidas por haber cedido en algún momento de su adolescencia ante las garras de la drogadicción y el delito. Soy fiel combatiente de estas prácticas y lo seguiré siendo desde cualquier instancia, creo que como población nos merecemos otro contexto y definitivamente estoy convencido que necesitamos políticas estructurales y drásticas para rescatar y salvaguardar las presentes y futuras generaciones.
Las leyes deben ser cambiantes pero nunca deben ser cambiantes los principios rectores de éstas, y unos de ellos son la integridad, la dignidad y vida. Aquí les manifiesto uno de los motivos por los cuales he decidido, años atrás, ser partícipe en la conformación de la clase política colombiana: porque me niego sentirme impotente ante problemas sociales que pasan a mí alrededor.
STEVEN CÁRDENAS E.